Luego de una década Rafael Correa deja la presidencia de Ecuador….. ¿ para volver?

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El 19 de febrero se llevarán a cabo las elecciones para elegir nuevo presidente, lo que marcarán el fin de un ciclo: 10 años consecutivos de ejercicio del poder de Rafael Correa, un economista de 53 años que llegó al gobierno a caballo de las movilizaciones populares que sacudieron a ese país en 2007, a las que institucionalizó bajo el formato de la “revolución ciudadana”. Renunció voluntariamente a la reelección y su delfín, Lenin Moreno, marcha primero en las encuestas.
Uno de los últimos informes del Banco Mundial rescata los logros de las sucesivas gestiones de Correa, aunque también marca las limitaciones de su modelo económico, que se manifiestan con la agudización de la crisis capitalista mundial y la consiguiente caída del precio del petróleo, el “salario” de Ecuador.
Así, el informe señala que “Entre 2006 y 2014, el PIB promedió un crecimiento del 4,3% impulsado por los altos precios del petróleo y por importantes flujos de financiamiento externo. Este avance permitió un mayor gasto social e inversiones destacadas, en particular en los sectores de energía y transporte, y además en educación. Según datos nacionales, la pobreza disminuyó del 37,6% al 22,5% en ese periodo. El coeficiente de desigualdad de Gini se redujo de 0.54 a 0.47, puesto que el crecimiento benefició en mayor medida a los más pobres”.
El lado oscuro, según el BM, sería que “estos logros están en riesgo debido a la desaceleración y, más recientemente, la contracción económica que experimenta el país como consecuencia de la caída del precio del petróleo desde fines de 2014 y la apreciación del dólar. De hecho, la pobreza subió ligeramente del 22,5% en 2014 a un 23,3% en 2015 debido a un incremento de la pobreza rural que pasó del 35,3% al 39,3%. A esto se sumaron los efectos del devastador terremoto registrado en abril de 2016 en el área costera, que, de acuerdo a estimaciones iniciales del Gobierno, ha generado un costo de reconstrucción de cerca de 3 puntos porcentuales del PIB”.
Y agrega que “en ausencia de una moneda local, y dado los escasos colchones fiscales y externos, el país e no ha podido utilizar la política macroeconómica para afrontar la compleja situación económica. Por ende, el nuevo contexto internacional ha generado una importante contracción de la demanda doméstica, principalmente pública. En efecto, el Gobierno se ha visto en la necesidad de reducir significativamente la inversión pública y acortar el gasto corriente – que se ha podido suavizar en los últimos meses gracias a una importante movilización de financiamiento externo. Por el lado externo, la cuenta corriente se ha estabilizado mediante restricciones al movimiento de bienes y capitales. Estas medidas han afectado la actividad económica. El gobierno ha tratado de proteger las inversiones y el gasto corriente más sensible, y ha impuesto límites a los movimientos en el mercado laboral.
No casualmente Correa describe un panorama similar al responder a una entrevista que le realizó hace un par de días el diario digital español 20minutos.
“Cómo ha afectado a la economía ecuatoriana la caída de los precios del petróleo y el terremoto de Ecuador?
En estos últimos años, cuando nos ha ido bien hemos tenido el agua hasta el cuello, y cuando nos ha ido mal ya hemos tenido el snorkel, para no ahogarnos. En dos años se derrumbaron el 40% de las exportaciones, eso no se veía desde hace 30 años y significó perder cerca de 10.000 millones de dólares. Eso en un sistema dolarizado es mortal porque tiene un efecto recesivo terrible en la economía. Al no tener moneda nacional no tenemos cómo contrarrestar esos choques externos. No solo en el precio del petróleo y las exportaciones petroleras, también el banano, rosas, camarón, etc. Y en esos casos se tiene que depreciar la moneda, pero como no tenemos moneda nacional, el dólar se apreció, exactamente lo contrario. Eso tritura la economía. Hemos tenido que ser extremadamente creativos, austeros, hicimos el ajuste más grande de América Latina. Y tuvimos el terremoto del 19 de abril, que nos hizo perder más de 3 puntos de PIB. Han sido años durísimos. Sin embargo, ya la economía ecuatoriana muestra una gran recuperación, un gran dinamismo, y todos estamos sorprendidos de la capacidad del país para superar estas dificultades. También ha habido políticas acertadas”.
Como se ve, su formación académica y su experiencia política le permiten evaluar críticamente las virtudes y defectos del modelo extractivista que defendió a capa y espada y que le vino garantizando éxitos electorales hasta el presente.
Algunos de sus críticos señalan que la institucionalización del movimiento popular se logró a partir de una verticalización absoluta del poder político en su persona, limitando el poder del parlamento, la libertad de prensa y encuadrando la participación popular en instituciones burocráticas del Estado.
También que su anunciada “jubilación” de la política y su voluntario “exilio” a Bélgica son en realidad una retirada táctica para que quien lo suceda cargue con el costo de la crisis que el sistema mundial y la dependencia de los ingresos petroleros imponen a Ecuador, para luego volver a presentarse con la imagen intacta.
Lo cierto es que los vertiginosos cambios económicos y geopolíticos mundiales – crisis financiera desde el 2008 que se expande a la economía real, el ascenso de China como potencia, la recuperación de Rusia, la llegada de Trump a la presidencia de EE.UU. en consonancia con el ascenso del neofascismo y la islamofobia en Europa occidental y el norte de América- están haciendo sonar las campanas del fin de un ciclo económico y político que muchos han denominado de los “populismos”, movimientos que con sus contradicciones profundas – una de las más graves, la corrupción- lograron incluir social, económica, cultural y políticamente a millones de mujeres y hombres latinoamericanos que languidecían históricamente en la pobreza, o habían sido arrojados a ella por los gobiernos neoliberales del Consenso de Washington en los años 90 del siglo pasado.
Ya que si Rafael Correa quisiera y lograra volver al gobierno en 2021, se encontraría probablemente con un país un mundo bastante distinto del que era en 2007.

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